La lucha contra el cáncer no se detiene. Para confirmarlo basta con echar una mirada a los distintos tratamientos y fármacos que se encuentran actualmente en experimentación y que prometen sumarse al arsenal oncológico en un futuro cercano. Inmunoterapia, terapia génica o fotodinámica, inhibidores proteásicos y AZT, drogas antiangiogénicas; el cerco se cierra y en su interior cada vez son menos los casos en que el cáncer ofrece resistencia a los asaltos y embates de la medicina moderna.
Al igual que las células enfermas, los trabajos científicos sobre cáncer crecen en forma exponencial y, del mismo modo que ellas se dispersan por el organismo, la investigación va haciéndose carne en las distintas ramas de la ciencia. Ya sea desde la genética, la química o la biología molecular la búsqueda de terapias más racionales con medicamentos menos dañinos -que eviten que el paciente sufra los efectos secundarios de las terapias químicas y radiológicas- ya está empezando a dar sus primeros frutos, aún experimentales, pero en muchos casos bastante promisorios.
TERAPIAS MAS RACIONALES
Los tratamientos para el cáncer disponibles son cada día más eficientes para un número cada vez mayor de personas; la asignatura pendiente es ofrecer una cura 100 por ciento efectiva para todos los tipos de cánceres, sin que el paciente tenga que pagar el precio de los efectos secundarios. En el caso de la cirugía, sólo puede ser practicada cuando el tumor se encuentra al alcance del instrumental quirúrgico, y es efectiva siempre y cuando sea pequeño y todavía no se haya extendido hacia otras regiones del organismo (metástasis).
Con respecto a la radioterapia, utilizada generalmente para eliminar las células cancerígenas que quedan luego de que ha sido extirpado el tejido enfermo, existe un límite para la cantidad de radiación que un paciente puede recibir. Además, no todos los tumores son radiosensibles y en algunos casos pueden volverse resistentes. Finalmente, la quimioterapia es la más agresiva de las tres, ya que se vale de sustancias químicas para interferir en el crecimiento y la división de las células malignas, pero que al circular libremente por el organismo suelen afectar también a las células sanas.
“La quimioterapia mata a la célula tumoral, pero también mata a las células sanas”, señala el doctor Jorge Gómez, jefe de Oncología Molecular de la Universidad Nacional de Quilmes. “Lo que se busca actualmente son terapias más racionales, que permitan distinguir mejor una célula maligna de una normal, matando a la primera y no a la segunda”.
DESPERTANDO A LAS DEFENSAS
De las distintas terapias para el cáncer que se encuentran actualmente en experimentación, la inmunoterapia y la terapia génica son las que están más cerca de sumarse al arsenal oncológico. Para la primera, la consigna es despertar las defensas del organismo, que ciegas ante el avance del tumor, no ven en las células cancerígenas el rostro del enemigo. El objetivo de la inmunoterapia es generar una memoria inmunológica que le permita al organismo reconocer al tumor como extraño y luego destruirlo. Para ello, los científicos le “presentan” ciertas proteínas al sistema inmunológico, de manera que éste las reconozca como extrañas y las ataque; luego se introducen estas proteínas en los tejidos tumorales para que proceda de igual forma.
Ya existe desde hace tiempo una terapia de este tipo que es utilizada, con resultados muy alentadores, para el tratamiento del cáncer de vejiga. La misma echa mano a la BCG (si, la vacuna) para producir una inflamación en la vejiga, ésta genera una respuesta inmunológica que luego se dirige a los tejidos enfermos.
GENES AL ATAQUE
La terapia génica, cuyo modus operandi es usar genes para modificar el funcionamiento de las células cancerígenas, ofrece tres distintas estrategias bien definidas para combatir el cáncer. La primera busca anular la actividad de los genes defectuosos que gobiernan a las células cancerígenas, frenando así el crecimiento del tumor; la segunda bloquea la sangre que alimenta a los tejidos enfermos, mediante genes que actúan sobre las sustancias que estimulan la formación de vasos sanguíneos en torno al tumor; finalmente, una tercera busca estimular con genes la respuesta inmune del paciente contra las células malignas.
Según el doctor Osvaldo Podhajcer, del Laboratorio de Terapia Génica del Instituto de Investigaciones Bioquímicas Campomar, ya hay algunos ensayos clínicos de terapia génica muy avanzados. Se estima que en aproximadamente ocho años, algunos de los productos de terapia génica estarán en el mercado. “Los que están más avanzados son los que tratan tumores del cerebro con un método que se llama gen suicida”. Este tipo de gen, además de suicida, es delator. Se valen de un virus para entrar en las células enfermas y, una vez allí, las obliga a producir una proteína que permite que sean identificadas y luego destruidas por ciertos medicamentos.
Todo hace suponer que la terapia génica va a ser en un futuro un complemento de la cirugía, dejando cesante a la radioterapia y la quimioterapia. “A diferencia de estas dos últimas, la inmunoterapia y la terapia génica no poseen efectos secundarios adversos demostrados”.
CELULAS INMORTALES
“La característica más importante de una célula cancerígena es que es inmortal”, comenta el doctor Gómez. “A diferencia de una célula normal, se divide constantemente, por lo que nunca muere”. Esto es posible gracias a que tiene alterado un “reloj biológico” llamado telómero, que se encuentra en el extremo de los cromosomas. Normalmente, con cada división celular se pierde un fragmento de telómero, y cuando éste se termina, la célula muere. En las células tumorales esto no pasa, poseen una enzima (telomerasa) que constantemente repone el fragmento de telómero perdido, y le concede a la célula una temible inmortalidad.
En colaboración con investigadores del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, el doctor Gómez ha descubierto que una de las primeras drogas utilizadas para el tratamiento del sida, el AZT o zidovudina, anula la actividad de la telomerasa. “Con el AZT los telómeros que antes se regeneraban comienzan a acortarse. Queremos ver ahora si es posible acortarlos completamente y lograr que la célula tumoral inmortal se vuelva mortal”.
Gómez también trabaja con los llamados “inhibidores proteásicos”, para ser más específico los TIMP (Inhibidores Tisulares de lasMetaloproteinasas). Estas sustancias podrían ser efectivas a la hora de frenar ciertas enzimas (metaloproteinasas) que las células cancerígenas utilizan para romper las paredes de los vasos, y que les permiten introducirse y navegar por el torrente sanguíneo, para finalmente anclar en algún otro lugar del organismo. Si se consigue frenarlas, se acabó la metástasis.
CURIOSA TERAPIA CON LUZ
Existe otra alternativa terapéutica -aún en pañales- que tiene como arma de ataque la luz, y que coherentemente se llama fotodinámica. Como explica la doctora Haydée Fukuda, química de la Facultad de Ciencias Naturales de la UBA, se aprovechan las curiosas propiedades de ciertas sustancias que reaccionan en contacto con la luz. Una vez dentro de la célula tumoral, estas sustancias son iluminadas con un haz de luz (láser en algunos casos), por lo que comienzan a liberar radicales libres que destruyen a la célula anfitriona.
Esta técnica, que en Estados Unidos, China y algunos países de Europa se encuentra atravesando ensayos clínicos, ha demostrado ciertos efectos colaterales. Si bien la sustancia utilizada es retenida por la células tumorales, también se distribuye en menor medida por el resto del organismo, por lo que si la fuente lumínica no actúa en forma localizada, las células sanas pueden resultar dañadas. Hay que afinarla, todavía.
LA ULTIMA GRAN MODA
En el mes de mayo, dos nuevas drogas llamadas angiostatina y endostatina acapararon la atención del mundo entero; y no era para menos, las fotos que mostraban a los ratones antes y después de ser tratados con estas drogas eran más que auspiciosas. Si en los años 70 fueron los anticuerpos monoclonales y en los 80 la interleukina-2, en esta década la responsabilidad de ser la panacea en la lucha contra el cáncer ha recaído en manos de estas flamantes drogas.
Tanto la angiostatina como la endostatina son sustancias que las células tumorales segregan en forma natural, y que detienen un proceso llamado angiogénesis, a través del cual se desarrollan vasos sanguíneos alrededor del tejido enfermo. Tiempo atrás, se creía que la angiogénesis era un simple proceso inflamatorio; el doctor Moses Judah Folkman, investigador del Hospital de Niños de Boston (EE.UU.), descubrió que la presencia de estos vasos es fundamental para el crecimiento del tumor: son los que le suministran el oxígeno y los nutrientes. Sin su presencia, los tumores no se pueden desarrollar.
El hallazgo de Folkman ha abierto una nueva veta de la que probablemente puedan ser extraídos nuevos medicamentos oncológicos. Mientras se espera que en diciembre la angiostatina y la endostatina comiencen a ser probadas en humanos, los científicos están investigando y testeando al menos otras once drogas inhibidoras de la angiogénesis. Mientras que algunas son productos nuevos, otras son viejas drogas a las que se les están encontrando propiedades antiangiogénicas. El caso más llamativo es la talidomida, el medicamento que en la década del 50 causó malformaciones en aproximadamente 10.000 niños norteamericanos, y que finalmente podría redimirse en la lucha contra el cáncer.
NUEVOS CAMINOS
Si bien la efectividad en humanos de la angiostatina, la endostatina y las otras sustancias inhibidoras de la angiogénesis aún espera ser demostrada, la modificación del concepto de angiogénesis que introdujoFolkman constituye un gran avance en el conocimiento del cáncer. Como todo avance, éste también plantea nuevos interrogantes, posibles nuevos caminos que deberán recorrer los investigadores en un futuro.