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DIDACTICO. En Abremate, un nuevo
centro de ciencia en Remedios de Escalada, enseñan
las distintas formas de generar la energía
eléctrica. | |
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Tiempo estimado de lectura
3'38''
Física, matemática, química, paleontología,
arqueología, ingeniería y biología son palabras que pueden sonar
demasiado "serias". Sin embargo, los museos de la Argentina
dedicados a ciencia y tecnología las quieren hacer menos
"acartonadas" y mucho más convocantes.
En el país hay 103
museos relacionados con ciencia o con tecnología, según el registro
de la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos, que depende de la
Secretaría de Cultura. Algunos de los guías y museólogos,
consultados por Clarín, dicen que hay variadas
estrategias para que el recorrido no se restrinja sólo a
pasar entre objetos sin historia ni relaciones entre
sí.
Antes de visitarlos, ya se puede hacer algo. Por ejemplo,
"deshacerse de los prejuicios que estiman a la ciencia como algo
para pocos —dice Carolina Cabana, del Museo Paleontológico
Egidio Feruglio, de Trelew—. Sólo desde esta perspectiva se puede
salir con ideas útiles para la vida cotidiana".
Nélida de
Lascano González, jefa de subárea educativa del Museo Argentino de
Ciencias Naturales, en Parque Centenario, cuenta que muchas veces
los chicos son los que insisten en visitar museos de ciencia.
"Los padres deben atender este interés", sugiere. Para eso
recomienda que, antes de las visitas, vean juntos películas o libros
relacionados con el tema para ir con inquietudes concretas. La
exposición más exitosa de este museo es la de dinosaurios que
habitaron en suelo argentino: asistieron 60.000 personas sólo
en julio.
Algunos se preparan con Internet. "El sitio web del
museo ayuda a orientarse sobre los objetos que uno verá", señala
Leonardo Echagüe, diseñador y curador del MateUBA, el museo dedicado
a la matemática que depende de la Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales de la UBA. Este lugar consigue bajar a tierra un
montón de conceptos abstractos. Por caso, qué es una elipse. Con
sólo usar un extrañísimo billar "elíptico" (una tabla con seis
lados, un paño y varias bolas), la definición que le da la geometría
empieza a visualizarse. "Exhibimos modelos que —como la máquina de
Moebius— son aproximaciones de fenómenos que se dan en
espacios abstractos e ideales."
En la Universidad Nacional de
Lanús acaba de inaugurarse Abremate, un centro interactivo
lleno de objetos y maquinitas que permiten conocer la historia de la
ciencia y la tecnología, de la Edad Antigua hasta hoy. La clave es
decidirse a jugar. La gente aprende sin darse cuenta, resalta
el director del centro, Carlos Petignat.
Se puede entrar con
todo el cuerpo en una gran rueda de madera y hacerla girar. ¿Para
qué? Se trata de una noria que los esclavos de la Antigüedad usaban
para moler trigo, un objeto que muestra los principios básicos de la
mecánica. ¿El sonido se propaga en el tiempo? Sí: con una máscara
unida a un audífono por una cañería de plástico en zigzag se
experimenta el recorrido de una palabra.
Después se explica
cómo se generan distintos tipos de energía, como la eólica. Y hasta
se cumple el sueño de volar: una tabla en pendiente, una
filmadora y un televisor hacen creer que uno está realmente volando
sobre un paisaje urbano. "Detrás de cada objeto hay una explicación
y un principio científico por descubrir", advierte Carlos Trapani,
coordinador didáctico de Abremate, que ocupa 3.000 metros cuadrados
y cuyo recorrido dura como mínimo tres horas. "Al interactuar con
los juegos se vive un momento placentero y se movilizan nuevas
ideas de la física".
Con esa frase coincide Lilia
Dubini, directora de Eureka Parque de la Ciencia, en la ciudad de
Mendoza, donde se logra que la física, la biología o la astronomía
ya no sean tan "duras": en este espacio todo se puede tocar y
cuestionar.
Para la guía Mabel Colucci, al museo
Tecnológico de la Escuela Industrial Otto Krause hay que ir con
ganas de trabajar. "Pueden poner en marcha aparatos tales
como máquinas a vapor y construir maquetas de los objetos que se
ven", cuenta.
"Nosotros tratamos de romper con la
desvalorización de grupos que viven o vivieron en otras
sociedades y otras épocas", afirma Liliana Lorenzo, directora del
Museo del Hombre, que depende del Instituto Nacional de
Antropología. Allí ofrecen actividades en las que se muestra que las
"soluciones que nuestra cultura encontró a ciertos problemas pueden
no ser las mejores para otras". Los chicos aprenden a hacer
cerámicas, máscaras e instrumentos musicales con los métodos de los
indígenas. Escuchan leyendas, construyen maquetas y escriben
historietas. Y los grandes aprenden a confeccionar las puntas de
flecha de los cazadores-recolectores de tiempos
prehistóricos.
Para Amelia Arnelli, del Museo Participativo
de Ciencias en Recoleta, el secreto es "acercarse a los museos de
ciencia y tecnología sin que importe la edad y dejar que la
curiosidad se active".
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